La Interrelación Profesor – Alumno
En las artes marciales, como en todo aspecto de la vida, los profesores y los alumnos tienen una relación muy particular, uno no puede existir sin el otro. Si no hay alumnos, no existe el profesor, si no hay profesor, no cabe el término de alumnos.
Un tema muy discutido es lo que sucede cuando llegamos a obtener algún grado en algún arte marcial y empezamos a enseñar. De mi experiencia personal y de lo que he sido testigo, pueden suceder muchas cosas y ahí es dónde empieza el debate.
Cuando uno empieza a enseñar tiende a dedicarse a los estudiantes, a intentar transmitir todo lo que se ha aprendido, pero muchas veces a costas de nuestro propio entrenamiento, lo cual, desde mi particular punto de vista, termina siendo un grave error, pues al no progresar uno puede llegar a estancarse y peor aún, a degradar su propia técnica. De ahí que a muchos no les guste enseñar o de que cuando los envían a enseñar se mandan a mudar, porque priorizan su propio desarrollo a la transmisión. Sin embargo pueden estar perdiendo de vista que cuando uno enseña también está aprendiendo.
Hay que tener en cuenta que el grado de destreza que hemos obtenido para llegar a obtener cierto nivel en las artes marciales depende no solamente de cuantas técnicas conoces, sino de qué también las puedes aplicar, si bien con un entrenamiento muy diligente se pueden llegar a interiorizar tanto las técnicas que pueden quedar grabadas en el subconsciente, los reflejos y el acondicionamiento físico no son “interiorizables” de la misma manera, necesitan práctica y sobre todo mantener el cuerpo en cierta condición.
De ahí que el artista marcial cuando llega a cierto nivel, sea de competición o no, no puede dejar de entrenar, sino se “oxida” y en algún momento no va a poder enseñar o va a enseñar mal, y los estudiantes lo van a percibir. Esto es algo que sucede muy a menudo y por lo cual ciertos gimnasios tienden a fracasar.
Ahora, con el transcurso de los años las condiciones físicas pueden hacer que se prefieran ciertas técnicas que requieran más de sutileza o destreza que de habilidad o fuerza, pero eso es con el transcurso de los años. La esencia de nuestra práctica no debe de variar, he tenido profesores que a los 60 años siguen haciendo las técnicas con mucha maestría y siguen sudando con nosotros, es más, con más físico que nosotros.
Siempre está el tema del tiempo, los que no nos dedicamos a enseñar como medio de subsistencia tenemos poco tiempo para practicar, y a veces nos queda elegir si enseñamos o aprendemos y ahí es donde nos la ponen difícil. Si optamos por enseñar, debemos buscar dentro de nuestras sesiones el espacio para también seguir perfeccionándonos, no dejemos de mejorar, porque solo existen dos caminos: hacia adelante o hacia atrás, quedarse en el mismo sitio es un mito.
Una de las cosas que aprendí de Sensei Michio Kanai en las clases de Aikido por los años 90 era que él llegaba a la clase donde enseñábamos y a la mitad de la clase me decía “Manuel, mucha gente mirando, propaganda… ataca” y normalmente pasábamos 45 minutos en los cuales hacía de atacante y sensei ejecutaba diversas técnicas de muchos niveles diferentes. Ahí se cumplían hasta tres objetivos, él no dejaba de practicar y conservaba su destreza, yo podía sentir cómo era una técnica bien ejecutada, de paso que practicaba como atacante, y, quizás la más importante de todas, tenía la opción de ver técnicas inéditas y por ahí poder aprenderlas (es más, todavía me acuerdo algunas que nunca han estado en el programa de técnicas de nuestro estilo, desgraciadamente otras se me han olvidado). Esto sin contar el objetivo de que ver al maestro practicando es un gran motivador para los que están adentro y los que están afuera, era como tener una exhibición todas las clases.
Sensei Jorge Calderón hace lo mismo practicando y compartiendo con nosotros, al mismo nivel, cada vez que nos juntamos, Sensei Hector Roca hacía lo mismo cuando hacíamos Kendo (siento un pequeño pitido en los oídos cuando recuerdo los “men” de Sensei…), Jimmy Pool se pone los guantes y empieza a practicar con nosotros (también me acuerdo de cómo es que me percaté que dejaba el plexo solar expuesto a los rodillazos en el clinch… acá hace sentido eso de que “los golpes enseñan”) en fin, puedo darles innumerables casos. Los maestros más reconocidos siempre practican con sus alumnos y es algo que no podemos dejar de lado.
Cuando circunstancialmente me toca dirigir una clase, salvo que sea solamente de alumnos principiantes, siempre veo el momento de poder trabajar con algunos de ellos. Lo que sí, hay que buscar un equilibrio en la intensidad de la práctica, de acuerdo al nivel del estudiante, porque si la práctica se torna en un ejercicio “abusivo” contra el alumno, le quita todo sentido, ya no se enseña, ya no se aprende, y sobre todo ya no se motiva. Lo más normal es que el resto de alumnos esté mirando lo que el profesor hace con el practicante que eligió, si ve que es algo bien ejecutado y de lo que pueden aprender, se esforzarán para ser elegidos la próxima clase. Si por el contrario lo que ven es un comportamiento dañino, lo que se genera es miedo y nadie querrá ir.
Además, y siendo reiterativo a lo que citaba al comienzo, no dejemos de lado el que el que enseña aprende del alumno, que siempre hay reacciones de ellos que no nos esperábamos, que uno nunca deja de aprender.
Por último, otra forma de aprender y seguir creciendo es ser humilde, aprender a compartir y absorber de otros que tienen una experiencia diferente a la tuya y que eso permita mejorar lo que uno tiene.
Los invito a que me cuenten cómo es que llevan sus clases o cómo es que les gusta recibirlas.
Saludos Marciales!!